El mundo bipolar dejó de existir en el plano político: parece que no en el psiquiátrico. Hablemos de nuevas geopatologías: disuelto el fantasma comunista, los ataques terroristas y las catástrofes naturales fertilizan ahora la paranoia norteamericana. El cine viene dando cuenta de este terror basado en factores externos (y no tanto): a veces, representando al "enemigo" con monstruos clásicos; a veces, apelando a estructuras de películas clase B; a veces, haciendo foco en las propias reacciones mesiánicas y mostrando que el delirio puede estar también fronteras (cerebros) adentro. La niebla, nuevo filme de Frank Darabont basado en una historia de Stephen King, tiene, además, méritos como para atraer a públicos diversos. Primero: atmósferas ominosas; tensión apocalíptica; acción, sorpresas y escenas gore bien dosificadas; suspenso sostenido. Segundo: reflexiones sobre el individualismo, el fanatismo y la desintegración social; personajes trazados con firmeza (aunque esta firmeza a veces linde con el estereotipo); humor ácido y cierto grado de autocrítica. Una tormenta nocturna y feroz azota un pueblo. A la mañana, con la electricidad y las comunicaciones cortadas, baja una rara niebla. Un hombre de clase media (Thomas Jane), su hijo pequeño y un vecino van hasta un supermercado para comprar provisiones. El lugar desborda de clientes asustados y, por lo tanto, voraces. De pronto, un hombre ensangrentado entra gritando que cierren las puertas: algo siniestro ocurre afuera. Ya tenemos el ámbito central del relato: un microcosmos cotidiano —de consumismo— que se ha vuelto extraño; un grupo humano atrapado en estado paranoico—claustrofóbico, sitiado por una amenaza desconocida y externa. ¿Desconocida y externa? Sólo en parte: afuera hay, sí, criaturas que intentan invadir y dañar, sin motivo claro. Pero adentro van brotando otros monstruos, más conocidos: fanatismo, vileza egoísta, discriminación y sobre todo desvarío, como en los relatos de Ray Bradbury o en las películas de George Romero durante la Guerra fría. Se destacan Toby Jones (Truman Capote en Infame), como empleado del supermercado, y Marcia Gay Harden (Río Místico), como una fanática religiosa que irá ganando adeptos. Lo más "racionales" comparan su discurso apocalíptico con el de Jim Jones (líder que llevó al suicidio a 900 personas en 1978) y con el de Fidel Castro.
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