Con El sueño de Cassandra , Woody Allen cerró el año pasado esa suerte de tríptico londinense que marcó, a partir de 2005, un forzoso distanciamiento con su adorada Manhattan y no hizo más que profundizar ese vínculo estrecho y fecundo que mantiene con el público europeo. Para darnos una idea de cómo han cambiado las cosas en relación con aquellos tiempos en los que Allen y Nueva York eran casi lo mismo, El sueño de Cassandra -cuyo estreno local anuncia Alfa para mañana- se lanzó en España, Francia, Suecia, Dinamarca y los Países Bajos a fines de 2007, bastante tiempo antes que en los Estados Unidos, donde fue exhibida en apenas un puñado de salas a partir de enero último. Sin embargo -como también quedó demostrado en Match Point y Scoop , los otros dos títulos que rodó en el Reino Unido entre 2005 y 2006-, por más que Allen haya mudado cámaras, escenarios y tramas hacia el otro lado del Atlántico, donde sus personajes pronuncian el inglés con otro acento, las obsesiones son las mismas. Así, El sueño de Cassandra, con Ewan McGregor y Colin Farrell como dos hermanos en problemas, se anticipa como otra vuelta de tuerca a la conocida mirada de Allen sobre comportamientos humanos basados en la ambición, la culpa, el castigo, la redención, alrededor de los cuales se juegan relaciones familiares, afectivas y de pareja, así como la influencia del destino o del azar. Y se propone como uno de los films de la larga carrera del realizador en los que menos lugar hay para la observación humorística o irónica. "La vida tiene cosas muy cómicas y muy placenteras, pero creo que básicamente es en sí misma un hecho trágico. Y si bien todos tienen claro que mi punto fuerte siempre ha sido el humorístico, soy de esa clase de cómicos que siempre soñó con escribir cosas trágicas. Ahora que estoy más viejo encuentro mejores oportunidades para expresarlo. Y esta película es una de ellas. Es, sencillamente... una tragedia", señaló Allen al presentar la película durante el último Festival de Venecia, en septiembre de 2007. Después de adquirir un velero de segunda mano que le da nombre al film, Ian (McGregor) y Terry (Farrell) imaginan un futuro mejor mientras enfrentan un presente con más obligaciones que expectativas en los negocios, en el juego y en las relaciones con sus padres y con el sexo opuesto. Hasta que la llegada de un tío tan misterioso como acaudalado (Tim Wilkinson) se presenta como la solución a todos los problemas, aunque la ayuda signifique para ambos el pago de un precio muy oneroso. Cambio de costumbres No sólo llamó la atención en el momento del estreno que Allen explorara, a diferencia de la mayoría de sus producciones, las consecuencias de un vínculo central entre dos hombres, en vez de plantearlo entre un hombre y una mujer. También sorprendió a muchos el hecho de que le entregara una copia completa del guión a McGregor y a Farrell, cuando la costumbre del director es darle a cada actor sólo los textos de las escenas en las que aparece. "Tanto Ewan como yo estamos muy orgullosos, no sólo por eso, sino porque sencillamente cualquier actor reza para que algún día suene el teléfono invitándonos a participar en alguna película suya. Si uno de nosotros tiene la oportunidad de formar parte de un proyecto que lleva la firma de Woody Allen puede considerarse afortunado", señaló Farrell a The New York Times Service , en las vísperas del estreno de El sueño de Cassandra en Nueva York. El actor, que reconoció haber hecho más tomas para este film que para Miami Vice , ponderó además el trabajo de Allen detrás de las cámaras: "Su actitud está lejos de ser intrusiva o intimidatoria. Todo lo contrario: se queda quieto y tranquilo allí atrás, esperando que nosotros lo estimulemos a partir de su trabajo en vez de imponernos su propio punto de vista. Siempre está esperando ver qué estamos dispuestos a poner sobre la mesa". Recibido en su momento con críticas muy dispares, El sueño de Cassandra también ratifica, en palabras de Allen, el modo en que disfruta -y aprovecha- el clima londinense, algo más frío que el de Manhattan e ideal para vestir con texturas fotográficas cercanas al blanco y al negro relatos de fuerte carga existencial. Allen encontró tanto en Londres como en Barcelona -donde rodó inmediatamente después Vicky Cristina Barcelona , recién presentada en Cannes- todas las facilidades para seguir con su obsesiva intención de filmar una película por año. Pero luego de trascender algunas dificultades de financiamiento para sus películas tanto en el Reino Unido como en España, Allen regresó por primera vez desde Melinda y Melinda a Nueva York, donde está en los tramos finales del rodaje de su largometraje número 39, aún sin título como es su costumbre. Siempre se vuelve al primer amor.
0 comentarios:
Publicar un comentario